A los 25 años si tienes suerte, habrás cumplido 15 años de estudios de bachillerato mas 4 años de licenciatura y 2 años de maestría. A esta altura de la vida, estarás mas o menos preparado para iniciar a un trabajo de 8 horas en una silla frente a una mesa, con una computadora y unos lapices de colores gateando y orando, para que lleguen los días 15 y 30 de cada mes. Habrás tenido solamente 4 años de libertad en tu vida para hacer lo que realmente te llene.
¿Interesante verdad?
Si, pero no se detiene ahí...
Al desempeñarte en tu labor día tras día, realizas que vas perdiendo esta chispa que te distinguía de los demás volviéndote un prototipo con sello de la empresa que representas; Si tiene suerte repito, podrás gozar de los fines de semana para realizar tareas que no se pudieron cumplir en la semana, esto si no tienes dos trabajos con el objetivo de pagar las deudas. Todo esto, para jubilarse con 60 años y volver a ser libre de realizar actividades que te hagan feliz.
Pero no te preocupes, pocos llegaremos a esta edad por lo que, si las estadísticas no fallan, lo mas seguro es que te mueras antes de los 40 años siendo esclavo de la rutina tratando de sobrevivir a condiciones asignadas o no. Como diría Joan Noboa, sobreviviendo con talento.
Mmm y que talento!
En la vida hay que tomar decisiones para hacer un determinado recorrido y, no tomarlas de manera consciente, nos encaminara a laberintos de realidades y sueños más allá de las nuestras, limitando nuestros anhelos al cumplimiento de la plenitud de un sueño ajeno. Todo esto pasara en frente de nuestras narices y de ti depende si te haces participe o si solamente seras un espectador.
Hace poco termine de leer Bienvenido al Campo de Ángel Gonzalez, una propuesta interesante sobre las relaciones que se interpone al momento de saltar del mundo rural y las formas de vivir en los mal llamados campos, y me detuve a pensar sobre la sensación de estar en los campos y me di cuenta que, no se vive en la metrópolis sino en los campos.
La velocidad de la rutina de las grandes ciudades viene acompañado de una sobre carga de responsabilidades que casi siempre se vuelve nocivo. Mientras los médicos recomiendan entre 8.5 a 9.5 horas de sueño un camionero apenas duerme 4 horas, ni siquiera cumpliendo con las mínimas de 6 horas que el cuerpo necesita para sanarse. Si a esto le agregamos las fallas en la alimentación en cuanto a calidad de producto y tiempo de digestión de hacer ejercicios, bueno, los nutricionistas tienen un gran trabajo que hacer con estas bombas de tiempo.
Paradójicamente, en los mal llamados Campos encontramos personas afables, alegres, fuertes pero sobre todo que encuentran el tiempo de compartir un café con una pizca de sonrisa y amabilidad con quien sea que se presente. Lo que aporta de manera significativa a la pureza del alma convirtiéndose en medicinas naturales para nosotros.
Lejos de los insoportables ruidos de una ciudad que no duerme, ni luces entrando por la ventana ensuciado por humos de motores contaminando el aire pero sobre todo, con tiempo suficiente para disfrutar cada plato puesto en la mesa con el cariño de gente que van a la velocidad de bocados de aire puro.
La vida son estos pequeños momentos mezclados de emociones positivas y/o negativas que vamos experimentando mientras vamos corriendo como chófer de Guagua publica sin rumbo en busca de pasajeros mientras, no nos damos cuenta de que llevamos pasajeros que tienen cosas que compartir.
Es tiempo de detenerse para disfrutar las pequeñas cosas que tenemos y que nos pasan en cada instante, tal vez así, podremos acercarnos a Humberto Maturana con su postura de disminuir la competencia dentro de la convivencia humana.
Wao, cuando sea grande quiero vivir en el campo para aprender a ser ingenuamente feliz.